04/08/2023

Esto es una transcripción de la segunda carta que te escribí, por lo tanto, probablemente esté llena de correcciones. Me apetecía este ejercicio como me apetecía dejar constancia del texto original –por eso encontrarás también cada una de las página escaneadas–. Creo que esto que estamos haciendo tiene algo de este movimiento: como que al revisar el pasado siempre pasa eso, ¿no? Que nunca hay nada fijo porque constantemente se transforma en la memoria; como que no es posible que los recuerdos sean estáticos pese a experimentar de forma recurrente situaciones que parecen ser la misma, una y otra vez. La verdad que es muy poderoso poder jugar con los matices.
A continuación, mi respuesta:

«Hola, amiga:

Voy a escribir en mayúsculas pues la verdad mi letra no es muy entendible –más aún cuando tengo muchas ganas de traducir lo que en mi mente está pasando– [aquí puede verse que el original estaba a mano].
He leído hace una hora aproximadamente tu respuesta y pensé que, por qué no, era una buena idea darme el espacio para tratar de entender el efecto que ha tenido en mí [aquí puede verse que de esto hace unos días ya].
Te escribo desde Can Serrat a las 18:37 del mismo día en el que he leído tus sentimientos [concretamente, esto fue el 02/08, hace dos días] aunque vayas a recibir los míos en unos días y ya de vuelta a nuestra ciudad. Te escribo desde el mismo lugar donde hace un año tuvimos nuestro último desencuentro y utilizo como soporte el papel donde, por equivocación, imprimí ambas caras [me olvidé decir, ambas caras en la misma] de unos apuntes sobre feminismos hace unas semanas. Y digo esto porque eso mismo me permite insistir en la frase que tu recuperas de nuestro pasado, donde expresé mi confusión por la manera en la que toleramos los abusos en relaciones sexo-afectivas –especialmente cuando éstas son con hombres CIS– y sin embargo no es tan fácil convivir con las diferencias que tienen lugar en las amistades –en este caso, además, entre dos mujeres–.
Yo no me atrevo a darte una respuesta, sin embargo creo poder interpretar este hecho a partir, precisamente, de algunas de las referencias solapadas y desordenadas que encontrarás detrás de esta cara del papel. Es más, esta senda me lleva a apuntar hacia algunas de tus reflexiones acerca de nuestra relación y sus idas y venidas.
Hoy [ahora hace dos días] tuve una conversación que ha activado algo en mi cuerpo: hablábamos –entre muchas otras cosas– sobre cómo nuestra manera de convivir con un imaginario heredado choca constantemente con [el deseo y] la imposibilidad de desprenderse del mismo aun cuando la voluntad por hacerlo es protagonista en nuestro día a día; sobre la superficialidad de ciertos discursos al renegar del pasado en un intento de distanciarse de él. Nos referíamos a este fenómeno –que, en realidad, me atrevería a afirmar que es intrínseco a la condición humana– en relación con la práctica artística y, sobre todo, en la manera que esta manera de hacer puede fácilmente convertirse en canon –¿no será que, de hecho, lo es?–.
(Perdón por tantas vueltas, pero es que tal estímulo sumado a tus palabras sólo hace avivar más mi imaginación).
Querría aterrizar, entonces, en lo que compartes sobre el legado que cargamos como mujeres, amigas y artistas –por resumirlo en tres conceptos–. Hablas sobre cuestiones que tienen que ver con aquello que potencialmente resulta en enfrentamientos: mencionas la edad, el «parentesco»; nombras a la competitividad, y por ende la rivalidad, la envidia.

Continuo este escrito un día después, con la mente más despierta; la verdad que estos días está siendo difícil encontrar momentos de intimidad [decir que no acabé el mismo día a causa de conversaciones a las cuales accedí a formar parte]. Vuelvo ahora al punto donde me quedé ayer [ahora antes de ayer], solamente por no perderme por caminos que, pese a terminar en el mismo lugar, harían algo confusa esta historia. Me quedé pensando sobre los elementos difíciles de atravesar pero sin embargo implícitos en nuestra relación: ¿sabes? Ayer hablaba [también] con un amante de su amistad con otra persona donde sentía vivir situaciones similares a las que hemos vivido juntas. Él decía que nunca habían hablado para comprender realmente qué provocaba, en su caso, las tensiones que a menudo los aleja. Creo, por lo que me contaba Aitor, que viven algo muy parecido a lo que narras y que ahora mismo acuden a mi memoria.
Coincido contigo en todo; y es difícil y una suerte poder afirmar y compartir un amor tan verdadero. Un amor que es siempre cambiante, y que siempre pone en entredicho lo que una piensa como real en un momento dado. Tomo tus pensamientos y los invoco de nuevo en esta carta. Me gustaría también pedirte perdón por todas las cosas que pudieran haberte dolido y que tienen que ver con mi actitud. Has expuesto de maravilla los múltiples factores que han intervenido en nuestros enfados, a pesar de que, por suerte, siempre quedarán una infinidad de matices que escapan a nuestra percepción y entendimiento.
Ahora sólo me queda volver a agradecerte que me ofrezcas al recibirme la posibilidad de cuestionarme; cuestionarnos. La oportunidad de pensar más allá de lo que intuímos pero tantas veces nos limita. Supongo que hay algo incómodo en mirar de frente a los «problemas» que de vez en cuando reaparecen. Pero que de ahí podamos generar [juntas] estas ideas, mucho más profundas, me parece algo bellísimo.
Gracias.